lunes, 25 de mayo de 2009

corto..


08:05 a.m. en el aeropuerto de la calurosa ciudad esta Daniel, sentada de regreso, desayuna sus miligramos puntual como el Dr. le indicó la última vez que lo visitó, cosa que hace cada que se siente enferma al fin de cada verano y sus días calurosos, sucede sin previo aviso su cuerpo pierde cierta conexión.
Dormía de igual manera hora o días, de noche, mañana o durante las interminables tardes, extraviada en su habitación, dormía contra un muro a media luz, o con un libro abrazado contra su pecho a veces simplemente sentada en la terraza esperando la salida del sol una vez más.

Rezaba por ella y obtenía un poco de calma, luego, pensaba en él y prefería dormir.
No bastaba con que el sol se largara temprano que no brillara igual y su calor fuera distinto, nó, también él se había marchado sin muchas explicaciones.

Ese era el segundo regreso de su estadía en un lugar "mejor" para pasar las temporadas en las que sufría por sus dos amores, se quedaba en una casa grande, vieja, en el trópico, de losetas rojas y hamacas en el patio, Victoria la atendía, de la señora se nadie sabía mucho, pero el cariño que profesaba a cada visitante hacia que importara muy poco su historia personal.

Daniel era una princesa de la tierra de nadie, se quería comer el mundo pero se indigestaba cuando sus planes se revertían en su contra, su ánimo se desplomaba y luego de revisar el cadáver del plan "BB" lo olvidaba, contradictoria y poco convencional, enfermó de idealismo y un día fue tanto que vomitó y jamas se trago otra historia feliz o al menos eso decía después de varios tragos de whisky escocés.

Secretamente adoraba su desorden químico, la maniaco depresión, la primer fase le permitia ser modelo a seguir y sujeto de oraciones laserantes con sello materno:

-"¡deberías de ser como Daniel!"

Pero sin embargo con su animado hablar apretaba la servilleta de tela blanca y sus muelas masticaban con mas furia cada bocado, sabe solo ella cuantas veces no imaginó brincar sobre la mesa y atacar a lengüetadas y mordidas a los comensales como un animal rabioso, pero esa era una idea más folclórica que satánica en su mente.

Hablaba, cantaba, iluminaba el recibidor de la casa de Julio, su amor, daban ganas de tocarla y bailar con ella hasta el amanecer de cualquier día, con tal de sentir como vibraba su piel de muy cerca y como era que sus labios rosados sabían a cereza como su color lo anunciaba.

la contra parte química, aparte del sueño ya descrito eran predecibles seciones de llanto tan liberador que Daniel las esperaba impaciente, dejando ese mando salado tendido para que se fueran los que extrañaba, la materia que reprobó , el sentimiento del libro que acabó de leer, lo que no sentía y extrañaba sentir, lloraba más dulcemente por Julio, nunca se explicó como fue que esa mañana de invierno, los de él ojos eran otros, avandonados, casuales y sin más fue la última ves que le vio.

Se conocieron como las historias reales y fáciles, ambos únicos a los ojos del otro, lograron el engranaje perfecto, Julio leía los ojos literalmente, y como en muchas sesiones, empezó a estudiar el par de castaños de Daniel, tenía alma de hechicero, tantas veces le jugó bromas, pero esa noche era irreal ver en esos ojos, él tomaba en serio su afición, viajaba en busca de peculiaridades, el santero que lo guiaba charló con él en su última visita a la isla, le indicaba el uso correcto de los caracoles, rezos y remedios, la apariencia de Julio no correspondía ciertamente con sus estudios, cabello ensortijado, castaño, manos delicadas, piernas ágiles y una boca imposible de callar más que a besos, nunca faltó a Daniel, más leal que un perro o un viejo.

De regreso al resultado de usa noche, observó el corazón de la chica reflejado en sus pupilar, eso no era lo fatal, si nó el par de ojos rojos que chispeaban clavados y alojados en él, el santero alguna ves se lo advirtió pero jamás lo predijo como habitante del pecho de ella.
Debastado apartó la mirada, mientras ella sonreía y abría un caramelo para esperar que le tenia de nuevo, él hubiera deceado que la escena fuera editable, cortar y rodar de nuevo y seguir con el cuento, pero nó la sujeto fuerte por los hombros y comenzó a rezar le en un dialecto extraño, con las puntas de los dedos parecía rasgarle la piel de todo el cuerpo y la ungió con un aceite con olor a hierbas, ella no comprendía nada.

Tras el sobresalto de todo aquello quedó dormida, Julio le acarició el cuerpo, revisó cada milímetro de su piel en busca de marcas pero lo único que logro fue carle a besos, sospechaba que era difícil volberla a tener así.

Sin más, que averiguar como sacarle al huésped no grato en el corazón de su chica partió al mismo sitio a buscar a su santero, al calor, a los olores, a las calles, desapareció esa maldita mañana de invierno con esos ojos desesperado ahora.

Daniel asume que los miligramos la curarán un día de su tristeza, asume que Julio regresará con "trucos nuevos" de la isla y más caracolas, lo que no sabe y yo sospecho es que los Doctores no sacan los demonios con Prozac.

4 comentarios:

Jessica Sosa Echagaray dijo...

"los miligramos la curarán un día de su tristeza"...
donde he oido essso?????

admin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Zovec dijo...

sip, tenìa una paciente deprimida, desde que le di fluoxetina, 20 mg c 24 hrs, la tristeza se fuè, el marido que la engañaba con la secretaria tambien.

Jesse Leyva dijo...

señorita jessi!! yo también lo he oido...

cani....damn it!! ¬¬° sigo de plano taaaan mal??

profesor!! jajajaaj más bien el marido era el problema..entonces...aaaah!!
bleeee!! esos machines!